Rafael Cervantes Flores
Autodenominado 'obrero de la palabra', estudió Comunicación en la FES Acatlán de la UNAM, donde surgió su interés por la diversidad cultural de México, llevándolo a formar parte de los colectivos Sohuame Tlatzonkime y Ve’i Ñuu Savi, y al estudio de lenguas originarias como mexi’katl, tu’un savi y yoremnokki, vocación que hoy, como reportero en la Dirección de Medios del INAH, sigue de primera mano. Ha colaborado en proyectos independientes como Revista N3rvio, Desocupado y Citric Magazine, y en diarios de circulación nacional como La Razón.
Del 26 de mayo al 9 de junio de 2025 se llevó a cabo la XIV Muestra Museográfica sobre el Arte en la Elaboración de Máscaras por Artesanos Indígenas de México, en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), a fin de dar a conocer más de 200 caretas elaboradas con diversos materiales. El montaje resultó de la colaboración entre los laboratorios de Etnobotánica y Paleoetnozoología de la carrera de Arqueología, a cargo de Alan Martínez y Carlos Teutli Solano, respectivamente.

La colección exhibida fue resultado de más de 34 años de trabajo etnográfico de Carlos Teutli, profesor de esta casa de estudios adscrita al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), principalmente en los estados de Guerrero (región del Balsas), Michoacán, Puebla, Oaxaca (Valles Centrales) y Chiapas (Soconusco), donde ha realizado estudios etnobiológicos e investigado el manejo de los recursos naturales en la elaboración de artesanías con materiales de origen vegetal y animal.
“Las máscaras que pudieron observarse en esta exposición nos demuestran la visión tan amplia que tienen los indígenas para conectar en cada una de ellas su forma de percepción. Hay muchas del jaguar, principalmente del estado de Guerrero, que representan un felino más feroz o uno más noble, pero que a final de cuentas son la visión de los pueblos originarios de México”, dijo Teutli Solano.

La exhibición dejó ver las habilidades e imaginación de las y los artesanos dedicados al tallado, pintado, moldeado y decorado de máscaras. Además, mostró la variedad de técnicas y materiales –madera, cuero, concha, tela, papel, guajes, fibras vegetales o cerámica– existentes para plasmar rostros con características anatómicas deseadas y ornamentadas con diversos elementos simbólicos, que a veces se complementan con el vestuario usado en rituales y danzas como los Chinelos, los Viejitos y los Parachicos.
Rostros del Balsas medio
En la muestra se destacó el trabajo de las comunidades nahuas de la cuenca media del río Balsas, en Guerrero. Localidades como San Francisco Ozomatlán, San Agustín Oapan y Xalitla sobresalen por su habilidad para elaborar estos rostros a partir de madera, barro y huesos de animales, respectivamente. También resaltaron las máscaras de palma de Tlamacazapa, donde alrededor de 80 por ciento de la población se dedica a la técnica del tejido de nudos con palma silvestre.

El jaguar
También conocido como tecuani, este felino que ha sido representado en diversas expresiones plásticas de las diferentes culturas mesoamericanas desde hace más de 3,000 años, ocupó un lugar preponderante en la instalación. Las máscaras presentes en ella evidenciaron la percepción sobre el “tigre” de los pueblos nahua, ñuu savi, me’phaa, p’urhepécha, amuzgo, tsotsil y tseltal.

La danza de los Tlacololeros tuvo una mención especial, ya que representa los esfuerzos de los campesinos para proteger sus cosechas, pues proyecta la lucha de estos contra animales como el jaguar y otros peligros que amenazan sus cultivos.
El diablo
En Ocumicho, Michoacán, se cuenta que el demonio recorría el poblado y molestaba a todos. Se metía a los árboles y los mataba; entraba en los perros y no hacía más que agitarse y gritar. Luego persiguió a la gente, que se enfermaba y enloquecía, hasta que a alguien se le ocurrió que había que darle lugares para que pudiera vivir sin molestar a nadie. Fue así que los pobladores comenzaron a hacer su rostro.
Además de máscaras fabricadas en este poblado, se exhibieron rostros de diablos fabricados por nahuas de Guerrero.
La muerte
Estas representaciones, basadas en la creencia de que el rostro cadavérico es parte de un cuerpo vivo, recuerdan el concepto nahua de la continuidad de la vida. Tanto para las culturas prehispánicas como para los pueblos originarios actuales, no es una imagen atemorizante, pues se aprende a convivir con ella al grado de tenerla presente en el rostro para bailar con ella, festejarla y guardarle culto. Las caretas que combinaban cráneos y fauna como alacranes y serpientes provenían de Guerrero.

Máscaras zapotecas
La exposición contó con tres caretas de los Valles Centrales de Oaxaca, manufacturadas por mascareros de San Martín Tilcajete, lugar de origen de los alebrijes, representaciones zoomorfas donde la imaginación del artesano rompe con los cercos y se pierde en figuras fantásticas donde las máscaras están incluidas. Además de la madera, también recurren a caparazones de armadillo para su moldeado y cerdas de pecarís para la ornamentación.