• Se trata de una variante mesoamericana nombrada tabular superior o paralelepípeda, que provoca que la cabeza tome un aspecto de cubo
• Anteriormente se localizó en El Zapotal, Veracruz, ahora en el sitio Balcón de Montezuma, en Tamaulipas, donde se registra por primera vez
El cráneo de un hombre mayor de 40 años que nació, vivió y murió en la Sierra Madre Oriental, durante el periodo Clásico mesoamericano (400-900 d.C.), es la primera prueba de que en la urbe que hoy es la Zona Arqueológica Balcón de Montezuma, al norte de la huasteca tamaulipeca, también se realizó la deformación craneal como práctica cultural.
Así lo ha definido el antropólogo físico Jesús Ernesto Velasco González, a partir de recientes estudios en laboratorio de este y otro ejemplar, recuperados en distintos momentos en la historia de las investigaciones en el sitio.
Los resultados derivan del proyecto Nuevas Exploraciones en la Zona Arqueológica Balcón de Montezuma, del Formativo al Clásico en la Sierra Madre Oriental, que desarrolla el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través del Centro INAH Tamaulipas, después de 30 años de las primeras indagaciones arqueológicas en la década de 1990. Con perspectivas y metodologías actuales, Velasco González y el arqueólogo Carlos Vanueth Pérez Silva buscan esclarecer el origen del asentamiento, mediante la identificación de sus etapas de ocupación más tempranas.
Además de nuevas excavaciones arqueológicas, los investigadores revisaron el catálogo de materiales para contrastar la información preexistente con los nuevos hallazgos, lo que incluye el estudio de restos óseos humanos: “Como resultado, no solo se identificó la deformación craneal intencional por primera vez para este tipo de sitios, sino también una variante respecto de los modelos reconocidos en Mesoamérica, no reportada, hasta ahora, en la zona.
“El tipo registrado para Balcón de Montezuma es tabular erecto, pero tiene un plano superior que no se había visto antes en restos óseos recuperados en la Huasteca. A diferencia de otros tipos que son comunes, esta forma es tabular superior o paralelelpípeda, nombrada así por algunos especialistas dado el aspecto de poliedro que provoca en el cráneo, donde el plano compresor está entre la lambda sobre el ángulo occipital hasta la sutura sagital en los parietales, eso provoca que la cabeza muestre una forma más cuadrada, a diferencia de la forma cónica”, explica.
Velasco González refiere que la deformación tabular superior, como la registrada en Balcón de Montezuma, se ha encontrado en el sitio El Zapotal, en Veracruz y, recientemente, también en el área maya. “Aunque en estas el plano superior llega a diferir en grado a la de Balcón de Montezuma, pues en el caso de El Zapotal, la frente llega a aplanarse proyectando más altura, y en el del Balcón es más baja.
“Por ello, buscamos corroborar algún tipo de migración o vínculo con habitantes de El Zapotal (región totonaca), ubicado al centro-sur de Veracruz o del sureste mexicano, con el norte de la Huasteca. Estudios de isótopos estables de oxígeno en muestras de colágeno y bioapatita de hueso y diente, técnica usada para inferir el origen geográfico de los restos óseos del segundo individuo, indican que nació, vivió y murió en esta parte de la sierra. Por lo tanto, los resultados descartan que haya una relación de movilidad directa con los grupos de El Zapotal o de más al sur”.
Sin embargo, se advierte que culturalmente podría tener otro tipo de significado, porque se sabe que este rasgo durante mucho tiempo fue utilizado como indicador de relaciones de diferente tipo entre los pueblos que habitaron en la época precolombina las costas del Golfo de México, desde Yucatán hasta Florida.
El antropólogo indica que la modificación cefálica intencional fue una práctica corporal común en Mesoamérica, con diversidad de formas. La clasificación parte del perfil observado en la osamenta y del aparato usado para deformar el cráneo artificialmente, durante los primeros años de vida. En el caso de las tabulares erectas y oblicuas se sujetaban tablas al cráneo y vendajes, así como cofias o cunas. La forma que tomaban los cráneos repercutiría en la apariencia de la persona, resaltando así el uso de tocados y adornos que la diferenciaban de otros individuos.
La directora del Centro INAH Tamaulipas, Tonantzin Silva Cárdenas, menciona la importancia de retomar investigaciones que habían quedado en el tintero después de los primeros trabajos, cuando el sitio abrió al público. En este sentido, de 2010 a la fecha, el material recuperado permite hacer una lectura más detallada y ampliar lo planteado por los arqueólogos Jesús Nárez Zamora y Araceli Rivera, primeros en investigar el sitio.
Por último, el antropólogo físico destaca que los estudios están aportando nueva información para ratificar y reorientar las hipótesis de los años 90, documentando con nuevas técnicas y perspectivas la bioarqueología del sitio, en relación con la región serrana del norte de la Huasteca, que no solo compartió vínculos histórico-culturales con pueblos mesoamericanos de las Tierras Bajas en la Costa del Golfo, sino también con grupos del norte de México e, incluso, del territorio que hoy es el sur de Estados Unidos.
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