Cerámica de Nahola: una tradición alfarera con 3 mil años de historia
En Santa Ana de Nahola, en la llanura semidesértica de Tula, Tamaulipas, persiste una de las tradiciones alfareras más antiguas del noreste de México. Sus artesanas, pues en su mayoría son mujeres, conservan técnicas heredadas de la época prehispánica, pues trabajan sin torno, moldes industriales ni herramientas modernas: sólo con lo que ofrece la sierra.
La recolección de yeso y arcilla marca el inicio del proceso, un trabajo que exige descender por un tiro de más de 15 metros para obtener la tierra que dará forma a ollas, comales y cajetes. Tras triturar, moler y mezclar los materiales, cada pieza se modela a mano, “parchando” la masa hasta darle cuerpo, suavizando uniones con los dedos y puliendo la superficie con una piedra de río antes de la cocción.
Este conocimiento ha pasado de generación en generación. Doña Felipa Reyes, considerada una de las olleras más experimentadas, aprendió de su madre, abuela y bisabuela, y hoy lo comparte con su hija. Sus piezas guardan semejanzas con cerámicas recuperadas en sitios como Balcón de Montezuma y El Sabinito, lo que evidencia una continuidad de más de tres mil años.
Actualmente, investigaciones y proyectos de divulgación del INAH buscan documentar, difundir y preservar esta tradición que, frente a la migración y la producción industrial, se encuentra en riesgo de desaparecer.