Chayacates de Ixtlahuacán: guardianes del maíz y del Niño Dios
Cada 5 de enero, las calles de Ixtlahuacán, Colima, se llenan de música y color con la llegada de los chayacates, cuatro personajes que representan a sabios viejos indígenas. Ataviados con vestimentas tejidas con fibras naturales de ixtle y acapán (materiales extraídos de plantas como el agave lechuguilla y la tronadora), estos guardianes inician una travesía singular: buscan el camino al pesebre donde ha nacido el Niño Dios. Pero no lo hacen solos: los acompañan marionetas hechas con cuero de tejón, que simulan ser perros y los ayudan en su andar.
Según la tradición, su misión es rescatar al Niño para protegerlo del rey Herodes, enfrentándose en el trayecto a diablos que intentan desviarlos. Esta representación, cargada de simbolismo, es una de las manifestaciones culturales más arraigadas del estado. No sólo se trata de una fiesta religiosa, sino de un ritual que entrelaza las creencias católicas con antiguas prácticas agrícolas y cosmovisiones indígenas.
Antes de concluir la celebración, ya el 6 de enero, los chayacates escenifican el ciclo agrícola del maíz, uno de los cultivos fundamentales de Mesoamérica. La representación inicia con la medición de las parcelas, sigue con el afilado de las coas —herramientas tradicionales para la siembra—, y culmina con la cosecha y el reparto del fruto entre la comunidad. También recolectan miel de colmena, en un acto que simboliza la abundancia y el trabajo colectivo.