Maternidad en el pensamiento mesoamericano
En las culturas mesoamericanas, la maternidad fue una experiencia profundamente valorada y cargada de simbolismo. El embarazo y el parto no sólo eran momentos cruciales en la vida de las mujeres, sino que se entendían como actos heroicos, comparables a las batallas libradas por los guerreros. Dar vida era una forma de lucha, y quienes morían durante el embarazo o al dar a luz eran reconocidas como cihuateteo, “mujeres divinas”, transformadas en entidades poderosas con un papel relevante en la cosmovisión mexica.
Esta importancia se refleja en múltiples expresiones culturales. En diversos sitios del área mesoamericana se han hallado numerosas figurillas y esculturas de mujeres con vientres abultados, en proceso de parto, amamantando o cargando a sus hijos. Estas piezas no eran solamente representaciones artísticas, sino también testimonios materiales de la centralidad de la fertilidad y la maternidad en la vida cotidiana y espiritual. En los códices, también se encuentran escenas que aluden al embarazo, el nacimiento, la crianza y el cuidado de la infancia, lo que refuerza la relevancia simbólica y social de la mujer madre.
La fertilidad femenina estaba estrechamente ligada al poder generador de la tierra. En la tradición mexica, diosas como Coatlicue, madre de Huitzilopochtli y símbolo de la tierra fértil, encarnan esa fuerza creadora que da y reclama la vida. Otras divinidades como Cihuacóatl, invocada en los partos difíciles, o Yoaltícitl, patrona de las parteras, subrayan el papel sagrado del nacimiento. En la tradición maya, figuras como Ixchel, Ixmucané o Ixchebeliax también fueron asociadas a la medicina, la fertilidad, la adivinación y los ciclos vitales.
Más allá de lo biológico, las madres fueron consideradas pilares de la sociedad: constructoras del hogar, educadoras de los hijos y decisoras del destino familiar. Algunos estudiosos señalan que, si bien los hombres ocupaban los cargos de gobierno, eran las mujeres, y particularmente las madres, quienes sostenían el tejido social desde el núcleo doméstico. Su influencia se extendía al ámbito cultural y simbólico, como se puede observar en las piezas arqueológicas, los códices y las tradiciones orales que aún perviven.