Mictlantecuhtli, el señor de los muertos: el rostro descarnado de la muerte y la vida
En la cosmovisión mexica, Mictlantecuhtli era el dios de los muertos, cuya morada se encontraba en el Mictlán, el último de los nueve niveles del Inframundo al que debían llegar las almas de los fallecidos.
Para los mexicas, al igual que para otras culturas mesoamericanas, la muerte no significaba un final, sino una transformación que formaba parte esencial del ciclo de la vida. Por esta razón, cuando alguien moría, se realizaban ofrendas en honor de Mictlantecuhtli. Estas incluían alimentos, agua y objetos simbólicos que el difunto necesitaría para su largo y arduo viaje a través del Inframundo.
Este viaje partía del río Apanohuacalhuia, donde un xoloitzcuintle ayudaba a las ánimas a cruzar. Debido a la importancia de este guía canino, era habitual que las ofrendas funerarias incluyeran figuras de barro con forma de perro. Se creía que, tras un largo tránsito de cuatro años, las almas llegaban al noveno nivel, el Chicunamictlán, donde Mictlantecuhtli y su consorte, Mictecacíhuatl, esperaban para recibirlas.
Las ofrendas dedicadas a este dios buscaban facilitar el tránsito de las almas. En el México antiguo (al igual que en la actualidad con el altar de Día de Muertos), en cada aniversario luctuoso, los mexicas renovaban las ofrendas de sus fallecidos para asegurar la protección de Mictlantecuhtli en el Inframundo.
En esta representación se muestra con el rostro descarnado, garras en lugar de manos, y pequeños orificios en su cabeza que sugieren que pudo llevar cabello natural; además, de manera notable, la figura exhibe el hígado. La pieza fue elaborada en barro y custodiaba la entrada al ala norte de la Casa de las Águilas, donde fue descubierta. Su imagen, de aspecto descarnado, recuerda el tránsito inevitable hacia la desintegración del cuerpo y el renacer del ciclo vital.
Conoce más sobre la visión prehispánica de la muerte en nuestro interactivo: La muerte a través de tres esculturas mexicas.
