Palacio de Lecumberri: del castigar y vigilar a la memoria histórica
A finales del siglo XIX, el impulso modernizador del régimen porfirista alcanzó también al sistema penitenciario. Con la intención de imponer un modelo ejemplar de control, disciplina y regeneración moral, se concibió la construcción de una penitenciaría federal que integrara las ideas más avanzadas en materia de arquitectura carcelaria y teoría penal. Así se concibió el Palacio de Lecumberri, también conocido como el Palacio Negro, uno de los recintos penitenciarios más temidos y célebres en la historia de México.
El proyecto fue diseñado por los arquitectos Antonio Torres Torija, Antonio M. Anza y Miguel Quintana, quienes retomaron el modelo panóptico propuesto por el filósofo inglés Jeremy Bentham en el siglo XVIII. Este diseño consistía en una torre de vigilancia central de 35 metros de altura que permitía observar a todos los reclusos sin que estos supieran cuándo eran vigilados, lo que generaba una sensación constante de control.
La Penitenciaría de Lecumberri fue inaugurada el 29 de septiembre de 1900 por el presidente Porfirio Díaz. Estaba concebida para albergar 700 hombres y 80 mujeres, aunque pronto su población superó ese límite y, para el final de sus días, la población era de 3,500 internos, lo que derivó en condiciones de hacinamiento extremo. A lo largo de sus más de siete décadas de funcionamiento, se denunciaron reiteradamente violaciones a los derechos humanos, tratos inhumanos y condiciones deplorables que contravenían su intención original de ser un recinto de purgación y expiación.
Por sus celdas pasaron figuras destacadas de la vida cultural y política del país. Entre ellas se encuentran el escritor y activista José Revueltas, el muralista David Alfaro Siqueiros —acusado de participar en el atentado contra León Trotsky—, el escritor estadounidense William Burroughs, y el cantante Juan Gabriel, quien fue encarcelado en 1969 bajo cargos que posteriormente se demostraron infundados.
El penal fue clausurado en 1976, y el 27 de mayo de 1977 se decretó su transformación en la sede del Archivo General de la Nación. El proceso de restauración y adaptación del inmueble permitió recuperar su valor arquitectónico y darle un nuevo sentido como espacio de memoria y preservación documental. Hoy, Lecumberri guarda los archivos más importantes de la historia de México.