Palacio Imperial de Chapultepec y Miravalle: el breve sueño imperial
El siglo XIX fue un periodo convulso para la joven nación mexicana, Tras una gran inestabilidad política y económica, a inicios de la década de 1860 la intervención francesa y la alianza con grupos conservadores mexicanos dieron paso al establecimiento del Segundo Imperio. Para encabezar el nuevo régimen fue elegido el archiduque austriaco, Maximiliano de Habsburgo, hermano menor de Francisco Fernando I, quien llegó a México en 1864 junto con su esposa, Carlota Amalia de Sajonia.
Aunque se les destinó el Antiguo Palacio Virreinal como residencia oficial, el deterioro que presentaba por años de desuso llevó a la pareja imperial a buscar pronto otro espacio para vivir. El Castillo de Chapultepec fue entonces elegido para convertirse en su hogar. Maximiliano concibió el recinto como un palacio que evocara a su querida residencia, el Castillo de Miramar, en Italia, y lo rebautizó como Palacio Imperial de Chapultepec y Miravalle, en alusión a la vista del valle desde el cerro, aunque comúnmente se refería a él simplemente como Castillo de Miravalle.
Las remodelaciones de la pareja imperial se concentraron principalmente en el Alcázar, al que se añadieron terrazas, jardines y columnatas. Se ordenó también la construcción de la arcada que adorna la fachada principal. Se trazaron caminos para facilitar el ascenso a la residencia, así como una avenida, al estilo europeo, que conectara el Castillo con el centro de la ciudad. En el interior, los espacios se decoraron con el lujo y al gusto europeo, en el que se destacan salas como la de los Gobelinos, adornada con finos tapices que narran escenas a través de sus hilos.
Aunque el Segundo Imperio tuvo una duración breve de apenas tres años, la huella de Maximiliano y Carlota permanece en el Castillo de Chapultepec como testimonio de un proyecto político y simbólico que aspiró a redefinir el país, y que hoy se recuerda como el eco de un sueño imperial efímero.