Pasión de Cristo en Iztapalapa: Patrimonio de la Humanidad
Cada Semana Santa, la representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en Iztapalapa convoca a miles de personas en uno de los actos comunitarios más significativos del país. Lo que comenzó en el siglo XIX como una promesa al Señor de la Cuevita, tras superar una epidemia de cólera, se convirtió con el tiempo en una manifestación profundamente arraigada en la identidad de los ocho barrios originarios de esta demarcación de la Ciudad de México.
A lo largo de casi dos siglos, esta tradición ha entrelazado fe, memoria y organización colectiva. Su origen en el teatro evangelizador virreinal, su transmisión entre generaciones y el compromiso comunitario que la sostiene han permitido que se mantenga viva, dinámica y participativa. Cada año, cientos de habitantes colaboran como actores, constructores, escenógrafos, vestuaristas y organizadores, para dar vida a un proyecto cultural que trasciende lo religioso y expresa una forma de entender la historia y el territorio.
Hoy, esta práctica fue oficialmente inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, un reconocimiento que subraya su valor como espacio de cohesión social, diálogo comunitario y continuidad cultural e histórica. La distinción resalta también la labor de quienes, desde los barrios, han preservado los oficios, saberes y formas de organización que permiten que esta celebración se renueve anualmente sin perder su autenticidad.
Este reconocimiento internacional confirma lo que las y los iztapalapenses han sabido desde mucho: que esta tradición, construida con devoción y esfuerzo colectivo, trasciende fronteras. Una expresión cultural que hoy, con atino y orgullo, puede decirse que es de Iztapalapa para el mundo.
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