Piedra del Sol: 235 años del resurgimiento del Nahui Ollin
El 17 de diciembre de 1790, una excavación durante trabajos de remodelación de la Plaza Mayor de la Ciudad de México reveló uno de los monumentos más emblemáticos del México antiguo: la Piedra del Sol. El monolito apareció enterrado con el relieve hacia abajo, como si hubiera sido ocultado deliberadamente tras la caída de México-Tenochtitlan, gesto que, para muchos investigadores, permitió su preservación.
Tallada en basalto durante el periodo Posclásico y de dimensiones monumentales, representa una compleja visión del tiempo, el movimiento del Sol y el orden del universo según la cosmovisión mexica. En su centro se representa a Tonatiuh y el Nahui Ollin, el “cuarto movimiento”, símbolo del Quinto Sol y del tiempo presente, asociado al equilibrio inestable del cosmos. Alrededor se despliegan los signos de los soles anteriores; los días del tonalpohualli, el calendario ritual, y del xiuhpohualli, calendario solar, en una compleja secuencia de elementos solares, calendáricos y sacrificiales que articulan complejos conceptos como tiempo, cosmogonía, orden cósmico y mito.
Por sus características, así como por descripciones en fuentes del siglo XVI, diversos estudiosos han planteado que la Piedra del Sol pudo funcionar como una plataforma ceremonial, vinculada tanto al sacrificio ritual como a la ofrenda solar, cumpliendo una función simbólica y litúrgica a la vez.