Popocatépetl: la montaña que humea
En tiempos prehispánicos, los pueblos nahuas nombraron a este coloso Popocatépetl, que en náhuatl significa “la montaña que humea”. El nombre no es casual, pues se trata de un estratovolcán, es decir, una montaña formada por múltiples erupciones a lo largo del tiempo, el cual, además, es altamente activo hasta la actualidad.
Desde tiempos ancestrales, las fumarolas del Popocatépetl han sido vistas como señales de fuerza y vitalidad, y también como motivo de respeto. Este volcán ha dejado una huella profunda en la geografía, la memoria y los mitos del Altiplano Central: desde la leyenda que lo une al Iztaccíhuatl hasta los rituales que aún se realizan en su honor.
Su imponente silueta domina el horizonte de ciudades, zonas arqueológicas y antiguos caminos que comunicaban a los pueblos del Valle de México, Puebla y Morelos. En todos estos lugares, desde las antiguas sociedades mesoamericanas hasta la actualidad, se manifiesta una relación íntima con la naturaleza: un diálogo entre lo sagrado y lo cotidiano, donde la tierra, el agua, el fuego y el aire moldean no solo el paisaje, sino también la vida diaria de quienes habitan a su alrededor.
