Santoro tepehua: el reencuentro con los difuntos
En la región tepehua de Pisaflores, Veracruz, el Día de Muertos es una celebración que comienza mucho antes del 1 y 2 de noviembre. Desde el 18 de octubre, las familias preparan con esmero el Santoro —del latín Sanctorum, “de los santos”—, una de las festividades más importantes del calendario ritual, donde vivos y muertos vuelven a encontrarse.
Durante más de dos semanas, los hogares se llenan de aromas a copal, pan, mole y tamales, mientras se montan altares adornados con velas, flores y frutas para recibir a las almas que regresan. El 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, se dedica a los niños difuntos, con ofrendas colocadas sobre hojas de papatla, refrescos y dulces; ese mismo día, los pobladores pasean al “Santito”, una escultura del Niño Dios, y danzan la tradicional danza de la tortuga, símbolo de renovación y equilibrio.
El 2 de noviembre, las ánimas adultas son honradas con alimentos compartidos entre familiares y vecinos, en un ambiente de música huasteca y convivencia en el panteón. Días después, las familias encienden nuevamente velas y ofrecen café y pan para despedir a sus muertos, en un gesto que reafirma el lazo que une a ambas dimensiones de la existencia.
El Santoro de Pisaflores es más que una festividad: es una expresión viva del patrimonio cultural de México, donde la memoria, la comunidad y la fe se entrelazan en una misma celebración. Puedes conocer más del Santoro en la ofrenda del Museo Nacional de Antropología que recrea esta tradición de la husteca.
